Hace un tiempo estuve en la feria No Sólo Militaria de Madrid. Esta se realiza unas dos veces al año y siempre que tengo la oportunidad, me acerco un par de horas. Encuentras casi de todo: cuchillos, uniformes, tanques, etc. Y aunque sólo estaba por curiosear, terminé comprándome una vieja bayoneta.
Creo que no la necesito —al menos, de momento no—, pero al verla algo resonó en mi interior, así que me dejé llevar, por quién sabe qué.
El caso es que siempre encuentras gente conocida. Esta vez serían unas amigas que tenía tiempo sin ver. Después de una corta charla trivial, una de ellas, me comentó que quería aprender defensa personal porque su barrio se había vuelto “chungo” (todos sabemos lo que significa, pero nadie se atreve a decirlo).
—Pues él es profesor de defensa —le comenta su amiga.
Ante lo cual, la interesada preguntó:
—¿Y estás federado?
—No. Doy clases de forma independiente —respondí.
—Mmmh bueno, es que sabes… yo estoy buscando a…
La chica no sabía cómo decirme, sin ofenderme, que sólo le interesaba un instructor certificado. Esto es, reconocido por las instituciones reconocidas. Algo así como los “expertos” de la tele.
Pero el problema con esa percepción —de que algo es válido según el reconocimiento social que tenga—, es que no siempre se alínea con la realidad.
CINTURONES NEGROS
Existen muchas impresiones erróneas en esta sociedad. En gran parte, se debe a los medios de comunicación y la realidad que, cada vez con menos sutilidad, nos intentan imponer.
Un lugar donde abundan estas percepciones o leyendas, es el mundo de las artes marciales (escribí al respecto aquí). Siendo la más común, que ser Cinturón Negro te transforma en un ser temible o peligroso. Esto, tras muchos años en el sector, puedo garantizar que son más las veces, en que no es así.
Cinturón negro es sinónimo de lealtad, compromiso y voluntad. Virtudes importantes —y más, con la deriva hedonista actual—, sin embargo, no necesariamente asociadas con saber afrontar la violencia. Y esto, se debe en mi opinión, a que los factores para ello (en orden decreciente) son:
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- Actitud
- Motivación (algo se habló aquí)
- Experiencia
- Entrenamiento
Dicho esto, hay autores como Rory Miller, que hablan de distintas prioridades: Instinto; Suerte; Experiencia y Entrenamiento. En cualquier caso, ambos pensamientos concuerdan en que el entrenamiento va de último (esto, también depende del tipo de entreno, pero no es el punto a tratar ahora).
En pocas palabras: un hombre sin sangre, como la mayoría de los occidentales de hoy en día, que se apunta a una escuela de algún arte marcial tradicional y endogámico —esto es, con un estilo de pelea muy carácterístico y qué sólo se autoenfrenta a sí mismo—, aunque a los 5 años devenga cinturón negro, seguirá siendo un blandengue, pues ha trabajado un aspecto de su vida, más no el carácter.
CERTIFICADOS
Otra creencia habitual es que un certificado te avala como profesional. No siempre es así: Muchas veces, un certificado es sinónimo de que has pagado por él. Nada más.
Recuerdo por ejemplo, durante el curso de instructor de Defence Lab —en el cual, pagábamos una pasta—, que al principio simulaban exigir cierta calidad antes de otorgar el certificado, después veías peña con la camiseta de “instructor” sin siquiera haber empezado el curso. Entre ellos, un alemán obeso, que se quedaba sentado y nos miraba entrenar.
Pero con el tiempo me enteré de que esto no era exclusivo de DL, y que en muchos otros métodos, “regalaban” certificados a gente con un mínimo de experiencia marcial, para poder generar dinero cuanto antes.
Y luego también supe, que si conocías a alguien dentro de X federación, te podían amparar de alguna forma —aunque tu estilo no pegase ni con cola—, para que tus certificados fuesen “oficiales”.
Como ves, no siempre las cosas son lo que parecen.
ACABAR CON LO ACADÉMICO
Aunque los ritos de paso tienen su misticismo, y no descarto del todo su uso en Vortex Combatives, existe un problema cuando la financiación del «maestro» depende de ellos. Por eso abandoné certificados, diplomas y demás… porque ya no los veía igual.
Pero en gran parte, ha sido porque te restan libertad. Libertad de probar, libertad de equivocarte y libertad de buscar una solución. Cuando quieres encontrar la verdad —en este caso, saber pelear—, seguir un sistema cerrado es taparse los ojos.
Por último, dejo la historia de Kelly Mc Cann, quién describe muy bien esta situación en el prefacio de su libro Combatives for Street Survival, en el que cuenta cómo empezaron a entrenar varios locos dándose de hostias y rodando sobre el asfalto de un sótano:
“Cinturones negros con años de experiencia eran golpeados y maltratados por chavales que sólo habían entrenado durante meses […] jamás volvieron a su Dojo.
Esto sucedía tantas veces, que […] los “convertidos” propusieron la “quema de cinturones negros”. Así que un fin de semana, nos reunimos alrededor de un barril en llamas […] y tiramos en él todos los certificados, los cinturones y junto a ello: las falacias de lo convencional.”
En definitiva, si quieres imponerte ante una posible agresión: No te dejes impresionar por aquel currículum de 20 cinturones negros, el pedigrí directo a Bruce Lee o el respaldo de las instituciones del Estado.
Es posible que aprendas más peleando con cuatro amigos, sin tener idea de lo que haces, que en una clase rígida y académica de 40 estudiantes. En tus genes ya está la información, sólo debes estimular tu instinto. Y mientras más caótico y feo sea el entrenamiento, más cerca estarás de ese despertar.
Gracias por leer.
PD I: En combatives huímos de lo convencional. Ven a experimentarlo reservando aquí
PD II: Aunque los días 23 y 24 de Noviembre no sé si podré ir a la feria militar, si te interesa, aquí dejo el enlace